Por Eleonora Urrutia
Abstract
Este ensayo analiza críticamente la teoría de las instituciones como motor del desarrollo económico, propuesta por Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson (A, J & R), ganadores del Premio Nobel de Economía 2024. Su modelo distingue entre instituciones “inclusivas”, que fomentan la participación, el respeto a la propiedad privada y la competencia, e instituciones “extractivas”, que concentran el poder y frenan el progreso. Según los autores, el legado colonial explica gran parte de las desigualdades actuales entre regiones, destacando la influencia de instituciones inclusivas en Norteamérica frente a las extractivas de América Latina.
El ensayo cuestiona esta visión al identificar simplificaciones históricas, como el “revés de la fortuna”, y omisiones relevantes, incluyendo el papel de las instituciones informales y la agencia individual así como la segunda parte de su trabajo que incorpora dinámicas de cambio institucional a través de revoluciones y concesiones económicas. Este refinamiento del trabajo inicial sigue ignorando factores clave, como la heterogeneidad de las élites y las masas, y la centralidad de la libertad económica para el desarrollo sostenible.
Se propone una redefinición de los conceptos de inclusividad y extractividad, centrada en la igualdad ante la ley, la seguridad jurídica y la ausencia de arbitrariedad. Este enfoque más flexible supera las limitaciones del modelo original, ofreciendo una visión multidimensional del desarrollo económico que integra factores culturales, históricos y económicos en un marco más dinámico y conectado con los principios de la libertad individual.
En su tercera parte, se comparan otras teorías del crecimiento, como la libertad económica, la innovación tecnológica y el impacto de los mercados globales, que desafían la rigidez del modelo de A, J & R. Estas perspectivas destacan que el progreso no depende exclusivamente de instituciones iniciales, sino de marcos dinámicos que permitan a las sociedades adaptarse e innovar frente a restricciones históricas.
*Abogada, UNC, Magister en Economía y Políticas Públicas, ESEADE, Doctora en Administración de Empresas, ESEADE, Licenciadas en Políticas Públicas, George Mason University.
El pasado 14 de octubre se anunciaron los ganadores del Premio Nobel de Economía 2024: Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson (A, J & R). Durante años se anticipó este reconocimiento a quienes han subrayado la relevancia de las instituciones en el proceso de desarrollo económico. En su conocido modelo, estas pueden ser “inclusivas” - promotoras de la participación, el respeto a la propiedad y la competencia - o “extractivas”, que concentran el poder, imponen restricciones y frenan el progreso. A, J & R establecen una conexión histórica entre la colonización europea y las instituciones que hoy determinan el desempeño económico de diferentes regiones. En particular, sostienen una suerte de línea continua entre la conquista española en América Latina, que habría engendrado instituciones extractivas hasta el presente, y la colonización inglesa en Norteamérica, que habría cimentado instituciones inclusivas.
A primera vista, esta tesis parece plausible: los siglos recientes han visto cómo Norteamérica (especialmente Estados Unidos) alcanzó altos niveles de prosperidad, mientras que gran parte de América Latina ha convivido con períodos cíclicos de inestabilidad e inequidad. Sin embargo, al examinar la evidencia histórica y los factores que intervienen en la evolución de las instituciones, surgen matices que cuestionan el simplismo de esta conexión lineal. Este ensayo propone una revisión crítica del planteamiento de A, J & R, contrastando su modelo con realidades más complejas y dinámicas.
Durante los últimos dos siglos, la humanidad experimentó un crecimiento económico sin precedentes. Aunque es común enfocarse en las numerosas miserias que aún persisten—al igual que un pez no es consciente del agua en que nada hasta que le falta—es fundamental reconocer que la humanidad ha vivido históricamente en la pobreza, al borde de la subsistencia. Este panorama comenzó a cambiar cuando algunos países europeos iniciaron un crecimiento económico intenso y sostenido, adquiriendo un carácter exponencial. La gran pregunta es: ¿por qué? A, J & R responden que el tipo de instituciones impuestas en el pasado colonial explica gran parte de estas diferencias. Pero la realidad histórica y contemporánea arroja excepciones e inconsistencias que invitan a repensar este marco teórico.
La Teoría de A, J & R: Instituciones, Conquista y Desarrollo
En la visión de A, J & R, las diferencias entre América Latina con instituciones extractivas y Norteamérica con instituciones inclusivas hunden sus raíces en la época colonial. Según ellos, la colonización española en Mesoamérica y los Andes al encontrar altas densidades de población indígena y riquezas preexistentes, instauró instituciones extractivas enfocadas en explotar mano de obra y recursos. Además, la resistencia indígena influyó en las estrategias coloniales: los ingleses enfrentaron pueblos más combativos, mientras que los españoles encontraron poblaciones más sumisas, consolidando el modelo extractivo.
Esta lógica habría persistido hasta el presente, reproduciendo élites poderosas, desigualdades arraigadas y escaso desarrollo tecnológico y económico. En cambio, los colonos ingleses - establecidos en territorios de menor densidad poblacional y sin grandes imperios locales - se habrían visto obligados a crear instituciones “inclusivas”, basadas en la propiedad privada, la igualdad ante la ley y una mayor participación económica. Estas instituciones inclusivas, a su vez, habrían favorecido la innovación, la industrialización, el crecimiento a largo plazo y, finalmente, el predominio económico de Norteamérica.
El ejemplo de Nogales —ciudad dividida en la frontera entre Estados Unidos y México— se utiliza como ilustración: una misma región geográfica y demográfica, separada por una línea política heredera de instituciones diferentes, exhibiría contrastes ostensibles en riqueza y bienestar. Además, el “revés de la fortuna” del que hablan A, J & R sugiere que las zonas más prósperas durante la era precolonial (como Mesoamérica o los Andes) habrían involucionado tras la instauración de instituciones extractivas europeas, mientras que áreas inicialmente menos desarrolladas (América del Norte) habrían florecido gracias a instituciones inclusivas.
Análisis Crítico de la Primera Etapa Teórica de Acemoglu, Johnson y Robinson
El problema surge al confrontar esta narrativa lineal con la evidencia histórica. Las sociedades precolombinas no eran homogéneas ni se limitaban a esperar pasivamente la llegada europea. Los lugares densamente poblados, lejos de ser pasivos, jugaron un papel activo en la Conquista. Colón nada hubiera logrado sin el apoyo de los taínos. Los tlaxcaltecas fueron aliados cruciales de Hernán Cortés en la derrota de los mexicas, y los huancas, tallanes y chachapoyas colaboraron con Pizarro contra los incas.
Los pueblos indígenas que se aliaron con los conquistadores eran salvajemente esclavizados y asesinados por los caribes, los aztecas y los incas; los grandes imperios precolombinos eran conquistadores agresivos. El modo de vida precolombino incluía construcciones, conocimientos astronómicos y matemáticos significativos, ciudades con administraciones complejas, pero el desarrollo humano no superaba la ley del más fuerte y el derecho absoluto del vencedor sobre el vencido. Su expansión se sustentaba en guerras de dominio, el sometimiento de los más débiles, impuestos agobiantes y deportaciones. Las comunidades amerindias se sostenían en base a conflictos donde unos pueblos aniquilaban a otros; la esclavitud era una institución aceptada, y las mujeres y los niños eran objeto de intercambio y sacrificio. La abundante documentación arqueológica que respalda estas afirmaciones debería disipar toda duda.
Además, regiones con alta resistencia indígena, como partes del norte de México o zonas andinas difíciles de colonizar, no desarrollaron necesariamente instituciones inclusivas por el hecho de no haber replicado plenamente el modelo colonial extractivo. Aun así, siguen siendo pobres en la actualidad, lo que sugiere que el legado institucional no es un determinante lineal y único.
La dicotomía inclusivas-extractivas de A, J & R deja poco espacio para las instituciones informales que emergieron durante la época colonial y posteriormente. Por ejemplo, el contrabando en las colonias españolas y británicas [1] , resultado de estrictos monopolios comerciales, fue una práctica ilegal que no puede calificarse de inclusiva según el modelo, pero generó un dinamismo económico que benefició a muchos colonos.
Hernando de Soto, en El Otro Sendero, documenta cómo estas redes de comercio informal superaron restricciones institucionales y fomentaron la prosperidad en regiones marginadas. El contrabando en el altiplano peruano, por ejemplo, estableció rutas comerciales alternativas que desafiaron las barreras institucionales formales. Este fenómeno desmiente la tesis de que las instituciones extractivas condenan inevitablemente al subdesarrollo [2] .
Estas prácticas no se ajustan a la narrativa lineal en que las instituciones formales—impuestas desde la conquista—determinan el desarrollo. Por el contrario, muestran que las sociedades se adaptan, innovan y generan arreglos espontáneos, incluso al margen de las estructuras legales.
A, J & R también sugieren que las instituciones más “inclusivas” británicas explicarían la mayor prosperidad, frente a las “extractivas” españolas asociadas a la esclavitud. Sin embargo, la trata transatlántica fue mayor en colonias británicas, francesas y portuguesas que en las españolas - para 1810 representaban el 7% de la población esclava en las Américas [3] , [4] - lo cual contradice la idea de una línea evolutiva simple desde la conquista hasta el presente.
La esclavitud fue universal antes de la modernidad. Lejos de ser un fenómeno único de Occidente, su carácter es históricamente omnipresente, alimentado por necesidades económicas, pautas culturales y la ausencia de frenos morales eficaces. Pero su abolición, liderada por potencias occidentales, fue un hito moral y político sin precedentes, en particular de la Corona Española con la figura de Isabel la Católica [5] y del Imperio Británico posteriormente al perseguir el comercio esclavista en alta mar. Este panorama no minimiza las atrocidades sufridas por los esclavos, pero las coloca en un contexto global que permite apreciar en su justa magnitud el logro moral y político que supuso la abolición [6] .
Pero por sobre todas las cosas, esta institución hoy casi extinguida demuestra que las instituciones pueden cambiar de rumbo drásticamente, invalidando una lectura lineal que asocie orígenes coloniales directamente con la situación actual.
La tesis de A, J & R también enfatiza la mortalidad de los colonos como factor para explicar por qué en América del Norte se establecieron instituciones inclusivas, mientras que en América Latina (y otros sitios) prevalecieron las extractivas. Pero ejemplos como Canadá bajo dominio francés, con baja mortalidad europea y sin un asentamiento masivo, contradicen la relación lineal. La migración inglesa hacia Norteamérica estuvo más influida por la búsqueda de refugio religioso y libertad política que por las condiciones sanitarias. Esto suma otro factor que quiebra la linealidad entre conquista, tipo de institución y resultados futuros.
Finalmente, el concepto del “revés de la fortuna” - regiones ricas durante la colonización se estancaron debido a instituciones extractivas, mientras que las pobres prosperaron por instituciones inclusivas - presenta omisiones. España inicia su declive económico antes del siglo XVI por fallas internas, como el centralismo borbónico y las políticas mercantilistas.
Por otro lado, Inglaterra consolidó su hegemonía antes de la Revolución Industrial no debido a la colonización, sino gracias a un marco institucional que protegía los derechos de propiedad y limitaba el poder de la Corona. Este desarrollo temprano cuestiona la centralidad del “revés de la fortuna” en la explicación de su prosperidad.
En Estados Unidos, las instituciones inclusivas iniciales coexistieron durante siglos con prácticas restrictivas como la esclavitud y la exclusión de las mujeres del sufragio. Sin embargo, el país experimentó un crecimiento robusto, impulsado por factores como la innovación tecnológica, la expansión territorial y la abundancia de recursos naturales. Esto indica que el crecimiento económico no depende exclusivamente de la inclusividad política, sino de una combinación de factores que incluyen marcos económicos favorables.
No todas las instituciones coloniales han definido irrevocablemente el desarrollo económico de sus respectivas regiones. Ejemplos contemporáneos muestran cómo las políticas modernas pueden desafiar o transformar estos legados, resaltando la interacción entre el pasado histórico y las decisiones presentes.
Botsuana, pese a heredar un marco colonial similar a otros países africanos, ha prosperado gracias a políticas promercado y respeto por la propiedad. Zimbabue, con una herencia institucional supuestamente menos extractiva, cayó en el colapso por decisiones recientes que destruyeron la estabilidad jurídica.
Corea del Sur y China, con sistemas políticos centralizados y poco participativos, han logrado un crecimiento notable mediante reformas económicas, mostrando que no existe una línea recta entre la herencia colonial y la realidad actual. Esta capacidad de transformar —o corromper— instituciones en el presente evidencia que ni la conquista española ni la inglesa sellaron irremediablemente el destino de sus respectivas regiones.
Las instituciones pueden ser repensadas más allá de la mera apertura política formal. En el plano político, una institución inclusiva no se limita a la participación irrestricta de todos los individuos en el gobierno, sino que se caracteriza por un Estado que ejerce su autoridad de forma no arbitraria, manteniendo la igualdad ante la ley y garantizando el orden y la seguridad jurídica. Esto implica que, aun cuando la participación directa en las instancias de gobierno pueda estar restringida por mecanismos institucionales, el poder estatal no se utiliza para beneficiar a un grupo específico a expensas de otros, y existe la posibilidad, al menos en el largo plazo, de que nuevas voces y corrientes ingresen o influyan en el proceso político. Por contraste, una institución política extractiva abusa del poder para redistribuir riqueza y privilegios de manera arbitraria, utilizando el aparato del Estado en favor de intereses particulares y bloqueando sistemáticamente el acceso a la influencia política a quienes no pertenecen a ciertas élites, aun cuando sus miembros puedan rotar con el tiempo.
En el ámbito económico, una institución inclusiva es aquella que protege la propiedad privada, facilita el libre intercambio y el emprendimiento, y asegura que cualquier individuo pueda desarrollar sus capacidades productivas sin barreras arbitrarias, siempre y cuando respete la vida, la libertad y la propiedad de otros. La dinámica aquí es abierta y competitiva: no se garantiza que todos alcancen el éxito, pero sí que el marco institucional no discrimine por motivos ajenos al mérito o a la conducta de mercado. En contraposición, una institución económica extractiva detrae recursos mediante coerción o privilegios legales para canalizarlos hacia ciertos sectores o grupos privilegiados, impidiendo el normal funcionamiento del mercado y, con ello, reduciendo las oportunidades de progreso independiente.
Esta distinción subraya la importancia de la igualdad ante la ley, la seguridad jurídica y la libertad económica, sin equiparar automáticamente limitaciones formales de participación política con sistemas extractivos, y reconociendo que la verdadera inclusividad política y económica no se reduce a la mera apertura formal, sino a la ausencia de arbitrariedad y privilegios estatales.
Segunda Parte. La teoría del cambio institucional
En respuesta a las críticas recibidas tras sus primeros trabajos, Acemoglu, Johnson y Robinson (A, J & R) revisan su modelo inicial para explicar la evolución institucional no sólo como un legado inamovible de la época colonial, sino como un proceso dinámico donde las instituciones pueden transformarse a lo largo del tiempo. Mientras que en la primera parte del ensayo se cuestionó la visión algo lineal y determinista de los autores, ahora veremos cómo sus refinamientos teóricos buscan dar cuenta de cambios endógenos, revoluciones y negociaciones entre actores sociales.
A, J & R plantean que la evolución institucional es el resultado tanto de desarrollos históricos espontáneos como de acciones políticas deliberadas. En su propuesta más elaborada, la secuencia causal parte de las condiciones coloniales —como la mortalidad de los colonos europeos y el tamaño de los asentamientos— que dieron forma a las instituciones originales, las cuales luego se consolidaron en el momento de la independencia para finalmente derivar en las instituciones contemporáneas y, por ende, en los niveles actuales de prosperidad económica. Este esquema, aunque mantiene la atención sobre el legado colonial, ahora admite la posibilidad de transformaciones posteriores.
Para modelar estas dinámicas, A, J & R recurren a la Teoría de Juegos, donde las interacciones estratégicas entre élites extractivas y masas pasan por cuatro nodos decisivos:
De esta lógica surgen tres posibles resultados:
Para explicar el momento en que las masas se rebelan, los autores introducen el concepto de “ventanas de oportunidad”. Dado que los costos de las revoluciones son estocásticos, a veces surgen periodos más favorables en los que el precio de la sublevación es menor y la probabilidad de éxito mayor. Sin embargo, esta noción, si se interpreta de manera literal, podría servir de aliciente para la acción revolucionaria, minimizando los inmensos costos humanos, sociales y económicos que históricamente han acompañado a muchas revoluciones. Aquí se ve una tensión entre el modelo —que simplifica escenarios de cambio institucional— y la evidencia histórica, más compleja y a menudo trágica.
En una evolución posterior, A, J & R también contemplan un escenario donde las élites pueden ofrecer concesiones económicas (transferencias, menor presión fiscal) sin democratizar formalmente. Este punto es crucial porque matiza la narrativa inicial: si en su primer marco insistían en la democracia como requisito fundamental del desarrollo, ahora admiten la posibilidad de “autocracias funcionales” capaces de generar crecimiento económico. Esta incorporación contradice parcialmente el énfasis previo en la inclusividad política como clave del progreso, lo que entra en sintonía con las críticas mencionadas en la primera parte del ensayo. Allí se objetaba el simplismo que asociaba automáticamente las instituciones inclusivas con democracias plenas y el desarrollo económico, ignorando ejemplos empíricos de crecimiento bajo regímenes con escasa libertad política.
La introducción de negociaciones entre élites y masas, las “ventanas de oportunidad” revolucionarias y la aceptación de autocracias funcionales suponen un paso hacia un modelo más flexible. No obstante, sigue habiendo limitaciones: las dinámicas históricas y las complejas coaliciones descritas en la primera parte del ensayo —donde prácticas informales, contrabando, tensiones regionales y multiplicidad de élites divergentes desafiaban el determinismo institucional— no se abordan con suficiente detalle. Tampoco se incorporan de modo explícito las teorías de la Agencia o de la Elección Pública que subrayan la tendencia de los actores políticos a perseguir intereses privados, ni se reconoce del todo la inevitabilidad de las élites en cualquier orden social, algo discutido previamente.
En suma, la segunda fase del marco teórico de A, J & R representa un intento por responder a críticas y complejizar el origen y la transformación de las instituciones. Aunque introduce una dimensión dinámica —revoluciones, presiones ciudadanas, concesiones sin democratización— y se aleja de la lectura lineal pura entre colonización y presente, todavía persiste un cierto optimismo en la capacidad de las masas para forzar a las élites a cambiar, o en la aptitud de las élites para promover el desarrollo a través de concesiones. Esta mejora en el modelo, si bien válida, no escapa completamente a las objeciones ya presentadas: la historia es más compleja y multicausal, y los resultados institucionales no se limitan a cambios impulsados exclusivamente por presión o negociación entre actores bien delimitados, sino que involucran un amplio conjunto de factores formales e informales que A, J & R siguen sin integrar plenamente.
Análisis Crítico de la Segunda Etapa Teórica de Acemoglu, Johnson y Robinson
La segunda etapa del trabajo de A, J & R, producto de las críticas recibidas en su momento, introduce la idea de que las instituciones pueden cambiar a lo largo del tiempo mediante procesos históricos espontáneos, decisiones estratégicas de las élites y acciones colectivas de las masas. Mediante modelos basados en Teoría de Juegos, los autores postulan que las masas pueden promover la transición hacia instituciones inclusivas ya sea forzando la democratización o incluso a través de revoluciones, si encuentran la “ventana de oportunidad” adecuada. Sin embargo, un examen crítico histórico y teórico revela limitaciones cruciales en esta visión.
1. Las Revoluciones y sus Resultados Históricos: Contradicciones con el Modelo
A, J & R asumen que las revoluciones pueden actuar como catalizadores para reemplazar instituciones extractivas por inclusivas. Sin embargo, numerosos ejemplos históricos contradicen esta expectativa:
Estos casos históricos complican la cadena causal propuesta por A, J & R. Mientras ellos plantean que la acción colectiva forzada (revolución) podría abrir paso a instituciones inclusivas, la evidencia muestra que sin un andamiaje institucional que limite la arbitrariedad, las revoluciones tienden a perpetuar o agudizar las extracciones. Si bien existen excepciones parciales —algunas independencias en Europa del Este tras el comunismo llevaron a transiciones democráticas más estables— son menos frecuentes y suelen requerir marcos culturales, redes sociales e influencia internacional que los modelos de A, J & R no consideran. Esto sugiere que la relación revolución-inclusividad no es ni lineal ni confiable.
2. Ausencia de la Teoría de la Agencia y la Elección Pública: Omisiones Fundamentales
A, J & R no incorporan debidamente la Teoría de la Agencia ni las ideas de la Escuela de la Elección Pública (Public Choice). Estas teorías resaltan que:
La omisión de estas teorías debilita el marco de A, J & R, pues subestiman la complejidad interna de las instituciones y la tendencia de los actores políticos a distorsionar el sistema en su favor. No basta con suponer que la democratización o la presión revolucionaria limitan la extracción; sin introducir restricciones formales y prácticas, el poder político puede seguir siendo una herramienta extractiva en manos de élites oportunistas.
3. La Inevitable Existencia y Heterogeneidad de las Élites: Más Allá de la Dicotomía
A, J & R presentan un cuadro simplificado donde las élites suelen ser extractivas y las masas buscan inclusión. Sin embargo, tanto élites como masas son heterogéneas:
4. Democracia, Inclusión y Desarrollo: Falta de Reconocimiento de la Libertad Económica
A, J & R enfatizan la correlación entre democracia e instituciones inclusivas, asumiendo que este camino es el más propicio para el desarrollo. Sin embargo, casos como Corea del Sur y China demuestran que regímenes poco democráticos pueden generar crecimiento económico sostenido al priorizar derechos de propiedad, mercados abiertos y libertad económica. Estos ejemplos no invalidan la relevancia de la inclusión política, pero muestran que la prosperidad material puede surgir sin cumplir plenamente con los estándares democráticos occidentales. La cadena causal propuesta por A, J & R (democracia ⇒ inclusividad ⇒ desarrollo) pasa por alto la importancia central de la libertad económica - mercados competitivos, normas claras y estables, bajas barreras a la entrada para nuevos actores, y la ausencia de privilegios o restricciones injustificadas que distorsionen la asignación del capital, del talento y del esfuerzo humano.
Por otra parte la evidencia empírica indica que el crecimiento económico, al generar autonomía e independencia material, puede a la larga empoderar a la sociedad civil y abrir paso a mayores libertades políticas, pero este no es un efecto automático ni lineal.
En síntesis, la relación entre democracia, inclusión social y desarrollo económico es más compleja de lo que sugiere el modelo de A, J & R. Las experiencias históricas y culturales varían significativamente, y no siempre las instituciones democráticas occidentales garantizan resultados económicos positivos ni son inmunes a dinámicas extractivas. La clave del progreso no es exclusivamente la inclusión política, sino el respeto a la propiedad, la competencia, la ausencia de privilegios y la limitación real del poder estatal.
5. Jerarquía de las Críticas
Estos ejes críticos muestran que el modelo de A, J & R es demasiado lineal y no integra adecuadamente las dinámicas internas de poder ni la complejidad cultural e institucional. Si bien su teoría es útil para resaltar la importancia de las instituciones, ignora factores clave que, en la práctica, determinan el éxito o fracaso del desarrollo económico.
Conclusión sobre el trabajo de A, J & R
El marco teórico de A, J & R sobre instituciones inclusivas y extractivas ofrece una herramienta poderosa para entender el impacto de las instituciones en el desarrollo económico. Sin embargo, su énfasis en el legado colonial y la democratización como condiciones esenciales presenta limitaciones importantes. Parafraseando a Henry Hazlitt, sus ideas correctas—como la relevancia de los derechos de propiedad—no son originales, y sus ideas originales—como la rigidez del modelo inclusivo-extractivo—no siempre son correctas.
En la primera parte del análisis, se destaca que las instituciones coloniales, aunque influyeron en el desarrollo inicial, no determinaron de forma inmutable el destino de las regiones. Ejemplos como el contrabando en América Latina o las alianzas indígenas durante la Conquista demuestran que los actores históricos desafiaron estas estructuras extractivas, generando dinámicas que las complementaron o mitigaron. Este dinamismo histórico subraya que las instituciones son moldeadas tanto por su contexto inicial como por la capacidad de las sociedades para adaptarse e innovar.
En la segunda parte, los ejemplos contemporáneos, como China y Corea del Sur, refuerzan esta idea. A pesar de instituciones políticas centralizadas y poco inclusivas en el sentido democrático, ambas naciones lograron un crecimiento significativo al implementar políticas económicas que fomentaron la competencia y respetaron, al menos parcialmente, los derechos de propiedad. No obstante, estos modelos también evidencian los riesgos de estancamiento y arbitrariedad que plantea la concentración del poder en el largo plazo.
Finalmente, la redefinición de los conceptos de inclusivo y extractivo desde una perspectiva más precisa podría colaborar a entender mejor la evidencia. Una institución inclusiva no se define solo por su apertura formal, sino por la ausencia de arbitrariedad y la promoción de la igualdad ante la ley y la libertad económica. Desde esta perspectiva, el desarrollo no depende exclusivamente del pasado colonial, sino de marcos institucionales que permitan a los individuos prosperar mediante la innovación, la competencia y el respeto por los derechos individuales.
En última instancia, el análisis que hemos realizado refuerza la idea que el progreso humano no es el resultado de un diseño institucional único, sino de la capacidad de las sociedades para superar las restricciones y construir un entorno donde florezcan la libertad y el mérito.
Tercera parte. Otras Teorías de la Prosperidad y el Enigma del Crecimiento Económico
La búsqueda de respuestas definitivas a la pregunta de por qué crecen los países ha generado una extensa literatura en economía y ciencias sociales. Numerosos autores han ofrecido explicaciones diversas, enfatizando factores, mecanismos y prioridades distintas. La teoría institucional de A, J & R, como hemos analizado, sostiene que ciertas instituciones —especialmente aquellas que protegen la propiedad privada y limitan el poder arbitrario del Estado— resultan fundamentales para el crecimiento. En este énfasis, su visión guarda cierto parentesco con pensadores como Friedrich Hayek, Douglass North e incluso, en algunos aspectos, con las propuestas clásicas del liberalismo económico, centradas en el imperio de la ley y los derechos de propiedad.
No obstante, otras perspectivas abren el abanico teórico. Jared Diamond, por ejemplo, destaca la influencia de factores geográficos: la disposición de los continentes, el clima, la accesibilidad a mares y ríos navegables, o la abundancia de recursos naturales y fuentes de energía. Estas condiciones habrían facilitado en algunas regiones el desarrollo más temprano de la agricultura, el comercio intercontinental y la especialización productiva.
En el plano cultural, Deirdre McCloskey ha brindado un enfoque diferente. Su tesis se centra en la importancia de la legitimación cultural y lingüística de los valores burgueses —la dignidad del trabajo comercial, el respeto a la innovación y al emprendimiento— como motores decisivos del despegue económico moderno. Según McCloskey, el cambio ideológico que revalorizó la figura del comerciante y el empresario, especialmente en Europa noroccidental entre los siglos XVII y XVIII, permitió que el dinamismo capitalista floreciera y multiplicara la productividad. Esta idea complementa, y a la vez contrasta, con la perspectiva de A, J & R, al insistir no sólo en la estructura formal de las instituciones, sino también en el sustrato cultural e ideológico que las hace funcionar. Sin un entorno de creencias y actitudes favorables al mercado y la libertad individual, la simple existencia de instituciones inclusivas podría no desencadenar un crecimiento exponencial.
Por otra parte, diversas corrientes inspiradas en teorías de la dependencia y en la perspectiva centro-periferia —como las de Immanuel Wallerstein— subrayan los legados históricos del colonialismo, la esclavitud y las jerarquías internacionales en la división del trabajo global. Desde este ángulo, la prosperidad o la pobreza actuales no responden únicamente a la calidad de las instituciones nacionales, sino también a la posición que cada país ocupa en el sistema económico mundial. Este enfoque matiza la importancia otorgada por A, J & R a las instituciones internas, ya que señala que factores externos y asimetrías de poder global pueden condicionar el margen de maniobra de las élites y las masas locales.
Una Convergencia de Factores: El Caso de Gran Bretaña y los Países Bajos
El crecimiento económico explosivo que comenzó en Gran Bretaña y en los Países Bajos en el siglo XVIII —y luego se extendió a Europa occidental, Estados Unidos, Japón y otras naciones— ilustra la necesidad de integrar múltiples explicaciones. Allí confluyeron instituciones con límites al poder político, mercados relativamente libres, una ubicación geográfica estratégica, acceso a recursos energéticos, alta alfabetización, inversión en capital humano y un sustrato cultural que valoraba la innovación y el emprendimiento. Esta combinación produjo un círculo virtuoso: la producción creciente generó excedentes, que al reinvertirse impulsaron mejoras tecnológicas, incrementando aún más la productividad y elevando el nivel de vida.
La experiencia británica y neerlandesa sugiere que la prosperidad no es fruto de un solo factor —ya sean instituciones inclusivas, cultura emprendedora, condiciones geográficas o arreglos internacionales—, sino del entrelazamiento de todos ellos. Además, una vez iniciado el proceso, los países con un mínimo respeto por la propiedad privada, cierto grado de libertad económica y apertura comercial pueden incorporarse al sistema global de generación de riqueza, atrayendo capitales e integrándose en la red mundial de intercambios.
Conclusión: Hacia una Visión Multidimensional del Desarrollo
La visión de A, J & R resulta valiosa al destacar el papel de las instituciones, pero el debate intelectual muestra que el crecimiento económico es un enigma multifacético. Las interpretaciones geográficas, culturales, históricas y sistémicas complementan y, en ocasiones, cuestionan las claves institucionales. Entender el desarrollo exige reconocer la complejidad histórica, la interacción de diversos factores y la no linealidad del cambio económico. La prosperidad no se reduce a la calidad de las instituciones políticas ni a un simple cambio cultural, sino que emerge de la sinergia entre elementos formales e informales, recursos naturales y humanos, ideas, valores, presiones internacionales y prácticas cotidianas. Esta visión integrada ofrece un panorama más completo para explicar cómo las sociedades, en contextos específicos, han logrado —o no— escapar de la pobreza y alcanzar niveles de bienestar sin precedentes.
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[1] Navigation Acts de 1650
[2] En El otro sendero: La revolución informal, Hernando de Soto analiza en profundidad las dinámicas del comercio informal y el contrabando en el Perú. Un pasaje clave donde aborda estos temas se encuentra en el capítulo 2, titulado "El otro sendero: Los informales y el crecimiento económico", donde señala:
"La economía informal no es un fenómeno de desorden ni caos, sino un sistema paralelo que ha logrado, a pesar de las restricciones legales y administrativas, satisfacer demandas que el sistema formal no puede cubrir. En lugares como el altiplano peruano, los comerciantes han desarrollado redes de contrabando eficientes que no solo sobreviven a las barreras institucionales, sino que también generan empleo y acceso a bienes para poblaciones excluidas del mercado oficial" (El otro sendero, Hernando de Soto, 1987, capítulo 2).
[3] Philip D. Curtin, "The Atlantic Slave Trade: A Census" (University of Wisconsin Press, 1969). Base de Datos del Comercio Transatlántico de Esclavos (www.slavevoyages.org).
[4] Curtin, Philip D. The Atlantic Slave Trade: A Census. University of Wisconsin Press, 1969.
Klein, Herbert S. African Slavery in Latin America and the Caribbean. Oxford University Press, 1986.
Base de Datos del Comercio Transatlántico de Esclavos:www.slavevoyages.org
[5] Además, la esclavitud en las colonias españolas era considerablemente menos severa que en las británicas, lo que incentivó las fugas de esclavos hacia territorios españoles cuando era posible. La legislación española, aunque imperfecta, incluyó medidas como las Leyes de Indias y el testamento de Isabel la Católica, que ordenaban un trato más humano a los indígenas. Aunque estas normativas rara vez se cumplían al pie de la letra, evidencian un marco legal más protector en comparación con el sistema esclavista británico.
[6] Sowell, Thomas. Race and Culture: A World View. New York: Basic Books, 1994. Sowell, Thomas. Migrations and Cultures: A World View. New York: Basic Books, 1996. Sowell, Thomas. Conquests and Cultures: An International History. New York: Basic Books, 1998.
[7] Vilfredo Pareto: Trattato di Sociologia Generale (1916) [Publicado en inglés como The Mind and Society].
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