Por Alberto garay
Por Alberto Garay
[1]
Es una gran satisfacción
para este Colegio reunirnos hoy entre socios y amigos. Varias razones nos
convocan. La central: celebrar los 110 años de vida de esta Institución. Pero
esta celebración también nos brindará la oportunidad de escuchar las reflexiones
del Sr. Vicepresidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Dr. Carlos
F. Rosenkrantz y del Licenciado en Historia y
periodista, Carlos Pagni.
Conmemorar los 110 años de
este Colegio es algo que nos honra no sólo porque se ha superado el test del
tiempo sino porque a lo largo de tan extenso período han pasado por esta casa
gran parte de los abogados más prestigiosos del país, profesores nacionales e
internacionales de fuste, dirigentes y políticos de renombre. Al mismo tiempo,
el Colegio siempre fue caja de resonancia de los problemas políticos,
económicos, sociales y filosóficos que se debatieron en tan largo lapso.
Debo expresar especialmente
mi gratitud a los socios y a un grupo de Estudios jurídicos. Sin el esfuerzo
desinteresado de todos ellos, tanto ayer como hoy, este Colegio no sería
viable. Como a gran parte del país, la realidad económica nos golpea y hacemos
ingentes esfuerzos para mantenernos en pie. Pero ello no sería posible sin el apoyo constante y desinteresados de todos ellos. Una vez
más, muchas gracias.
Hoy, nos convoca esta
celebración junto con otra que es sumamente relevante. Me refiero a que este
año, dentro de unos días, se conmemorarán los 40 años de la vuelta a la
democracia. Si bien estamos hablando de un breve período -medido por la vida de
las naciones- debemos recordar que en la Argentina no se vivía un lapso
semejante desde hace 97 años. Es más. Me animaría a decir que el proceso actual
es único, porque son los primeros 40 años sucesivos en toda nuestra historia desde
la Organización Nacional, en que se ha competido electoralmente de manera
libre, sin proscripciones, sin fraudes electorales relevantes y mediante el
voto universal y obligatorio.
Esto no significa que en
este tiempo no hallamos debido enfrentar ataques al sistema democrático, a las
instituciones. Por cierto, que los ha habido y que se los ha podido superar
dentro de las reglas del sistema.
No puedo dejar de referirme
aquí, en particular, a los injustificables embates que arreciaron en los
últimos años contra la persona de los jueces de la Corte Suprema, ataques que,
proviniendo del Poder Ejecutivo y de algunos miembros del poder legislativo, de
algunos gobernadores y legisladores de provincia y de ciertos sectores
sindicales no hicieron sino degradar las instituciones a las que los ofensores
pertenecen.
Dichos ataques, como todos
sabemos, llegaron al extremo de pretender enjuiciar políticamente a todos los
integrantes de la Corte Suprema, fundamentalmente, por discrepar con algunas de
sus sentencias, causa que per se jamás puede habilitar este proceso.
Evidentemente, la
intolerancia del pasado, cada tanto, nos ha dado señales de que ella subsiste
agazapada entre los pliegues de la democracia -como dijera el ministro Troccoli en los ochenta- y dispuesta a mostrar su torvo
rostro. Desde el Colegio nos hemos alzado en defensa de la independencia del
Poder Judicial incontables veces a lo largo de estos años y lo seguiremos
haciendo. Consideramos que sin un Poder Judicial independiente no hay
democracia constitucional posible.
Esos ataques, además, son
como una vuelta al estado de naturaleza o de barbarie del que la Argentina
decidió aparatarse cuando sancionó la Constitución Nacional y optó por diseñar
un esquema de distribución del poder que fue considerado como el más
progresista de su época.
Es probable que algunos
prefieran el ejercicio crudo de poder que he criticado. Ésta es, en definitiva,
la velada discusión que subyace en parte de nuestra sociedad. Una brutal
prevalencia del poder del más fuerte por sobre el de aquellos que la respetan o
que son los encargados de hacerla respetar y que prefieren resignar sus
apetitos propios en aras de una convivencia más tolerante y más pacífica. En
definitiva, como dijera el zoólogo Desmond Morris en
el Mono Desnudo, El hombre ha evolucionado dispuesto a conquistar el mundo. “Es
un producto novísimo y experimental y, con frecuencia, los modelos nuevos
presentan imperfecciones. Sus principales agobios derivarán del hecho de que
sus progresos culturales rebasarán a todos los progresos genéticos. Sus genes
quedarán rezagados, y tendremos que recordar constantemente, a pesar de todos
sus éxitos en la adaptación al medio, sigue siendo, en el fondo, un mono
desnudo”.
Por último, no puedo dejar
de mencionar el particular momento político en que esta celebración ocurre.
Asoma un nuevo gobierno al que le deseamos el mayor de los éxitos. Como Nación,
deberemos enfrentar adversidades y desafíos de todo tipo. Habrá mucho por
hacer, pero bueno… somos abogados. Estamos hechos para afrontar desafíos y
estamos hechos para superarlos con inteligencia y con las mejores armas de que
seamos capaces. Estamos hechos para luchar. Muchas gracias.
***
[1] Palabras del Dr. Alberto Garay, Presidente del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, durante la celebración del 110° aniversario de nuestra institución.